E Muñiz Diaz, I Roig Martinez, MªA Bosch Llobet, M López Soques, C Pastoret Pascal

Eduardo Muñiz Diaz. Jefe de la División de Inmunohematología. Banc de Sang i Teixits. Barcelona.
Son muchas las cosas buenas que se podrían contar de Pedro Madoz, como profesional y como persona. No me cabe ninguna duda de que con su fallecimiento se ha ido unos de los mejores expertos, sino el mejor, en lo que se ha dado en llamar la medicina transfusional y, sin duda, un estilo y una manera de hacer y entender la profesión en general, y nuestra especialidad, en particular. El trabajo de Pedro contribuyó directamente a la conversión en nuestro país de lo que venía siendo la Hemoterapia, la parte menos conocida y reconocida de la especialidad de Hematología y Hemoterapia, en lo que hoy llamamos la medicina transfusional. Su visión amplia de lo que debía ser un especialista en medicina transfusional pasaba por abandonar el limitado y clásico papel de productores y distribuidores de componentes sanguíneos para asumir el rol de expertos en las indicaciones de la transfusión de los componentes sanguíneos, en todo tipo de pacientes (adultos, neonatos, quirúrgicos, trasplantados de órganos, tejidos y células, etc) y en cualquiera de los posible escenarios (transfusión masiva, transfusión crónica, etc).
Durante mi etapa de residente, en lo que entonces se llamaba el banco de sangre del hospital de Sant Pau de Barcelona, una de las cosas que más me impresionó fue el reconocimiento que Pedro tenía por parte de los facultativos de otras especialidades médicas y quirúrgicas, quienes continuamente le consultaban cualquier cuestión relacionada con la práctica transfusional. El ejemplo más paradigmático es el del equipo de anestesiólogos que respetaban escrupulosamente las indicaciones y recomendaciones planteadas por Pedro intentando que la transfusión de componentes sanguíneos se realizara de forma racional y justificada. Cuando todavía no se había acuñado el término “consultor”, Pedro ya desempeñaba esta función de modo natural. Y cuando todavía no se hablaba del uso óptimo de los componentes sanguíneos, Pedro ya velaba por el mejor uso posible de los mismos, razonando con los prescriptores y discutiendo cuando hacía falta si la indicación no era la adecuada. Su pasión constante por el estudio le hacía estar totalmente informado sobre cualquier novedad o avance relacionados con la transfusión sanguínea. Este acopio de información y de conocimiento también hacía que los mismos compañeros de especialidad le consultaran y le solicitaran los artículos más sobresalientes sobre cualquier tema, sabiendo que Pedro disponía de ellos o, como mínimo, que podría guiarte para encontrarlos. Anticipándose a la llegada de internet, y mucho antes de poder acceder a la información con la facilidad que hoy lo hacemos, Pedro era nuestra biblioteca particular, y sabíamos que solo él nos facilitaría de forma instantánea la referencia, el artículo o el libro necesario que resolviera nuestras dudas. Su perfil docente con los residentes no se basaba en impartir grandes peroratas, ni en clases magistrales; su estilo era otro, el de proporcionarte toda la información y la bibliografía necesarias para tu formación personal a través del estudio, contestando a cualquier pregunta, resolviendo cualquier duda y entregándote nuevos artículos a cada cuestión nueva que le planteabas.
Era exigente con su trabajo y con el de las personas que trabajaban con él, pero el mayor nivel de exigencia era consigo mismo, para no fallar, para estar a la altura, para prestar el mejor servicio posible al paciente en base a toda la información y la evidencia existentes. Acostumbraba a escribir y a traducir los trabajos más relevantes, o que más le hubieran impresionado, en unos cuadernos ejemplares que solo puntualmente compartía con los residentes y otros colaboradores del banco de sangre. Si accedías a uno de esos magníficos cuadernos de apuntes es que te habías ganado su confianza, y era una gozada leerlos y descubrir las acotaciones y comentarios que algunos pasajes del original le suscitaban. Imagino que todavía deben existir centenares de esos cuadernos donde todo lo que ha sido relevante en la medicina transfusional de los últimos 40 años está recogido y comentado.
En su afán por cambiar y mejorar las cosas se inscribe su intensa y continuada colaboración con la Administración, prácticamente desde el comienzo de su carrera profesional hasta su jubilación en el 2010. A destacar entre otros su papel en la “Comisión de Ayudas Sociales a afectados por el VIH”, que le supuso una gran responsabilidad e implicación. Por esta tarea recibió el reconocimiento expreso del Ministro junto al resto de la comisión. Tras formar parte del grupo de expertos en seguridad transfusional se integró como miembro del comité asesor permanente y, finalmente, como vocal de comité científico para la seguridad transfusional. Durante este periodo, junto al resto de miembros, enfrentó situaciones complicadas, como fue la epidemia de las “vacas locas”, y como era habitual, sus opiniones excelentemente fundadas, ayudaron a orientar correctamente las actuaciones a seguir. En el ámbito internacional también colaboró con varios grupos de trabajo de la Unión Europea como representante de nuestro país, destacando su aportación al diseño de las líneas de trabajo de la Unión Europea en materia transfusional que sirvieron de base para el desarrollo de las actuales Directiva Europeas.
Seguramente, una de las mejores cosas que pueden decirse de la trayectoria profesional y humana de Pedro es que supo crear escuela apoyándose en esta manera de hacer y de entender la especialidad. Fue por ello, precisamente, que muchos de los residentes que nos formamos con él, y que habíamos ideado un futuro profesional en el área clínica, nos rendimos ante esa Hemoterapia que él nos hacía ver atractiva, llena de posibilidades, efervescente como todo lo que está en pleno desarrollo, y que no solo no nos alejaba del paciente sino que nos brindaba la oportunidad de acercarnos a él desde otra perspectiva en la que el paciente seguía siendo el centro y la razón de ser de nuestro trabajo diario. En mi caso particular, a lo largo de los 20 años que estuvimos juntos, aprendí de él, entre otras muchas cosas, que la Inmunohematología no debe consistir en el estudio de muestras provenientes de pacientes de los que ignoramos todo y que, al contrario, la información clínica es fundamental para llegar a un determinado resultado y, en base a éste, a poder asesorar a los facultativos clínicos y prescriptores sobre la terapia transfusional más adecuada para cada paciente. El fue pionero en la implementación de muchas de las técnicas de Inmunohematología que aún seguimos utilizando (técnicas de elución, adsorción, tipaje, congelación de muestras de plasma y de hematíes de interés) y en el desarrollo de la transfusión intraútero en colaboración con los obstetras del mismo hospital para el manejo de los casos graves de enfermedad hemolítica del feto y del recién nacido.
Tratando de huir de la retórica y de los tópicos que suelen acompañar a las notas necrológicas, cinco de los muchos profesionales que nos consideramos discípulos de Pedro Madoz, hemos querido rendirle un homenaje a nuestro maestro recordándole con afecto y repasando algunas de las anécdotas y de las experiencias que vivimos a su lado y que, seguramente, más nos han marcado.

Imma Roig Martinez. Jefe del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospìtal Parc Taulí. Sabadell (Barcelona).
Cuando pienso en Pedro, pienso en mi maestro , mi tutor, mi amigo , la persona que marcó mi trayectoria profesional, mi referente indiscutible en el mundo de la medicina transfusional, una persona erudita, llena de conocimientos, de los que por cierto, nunca quiso alardear, pero que sin duda alguna supo transmitir con su actitud y una forma de ser muy personal.
Siento un profundo agradecimiento, no solo porque ejerció una gran influencia en mi trayectoria profesional, sino por su cariño y proximidad, siempre dispuesto a escuchar, compartir, aconsejar y acompañar en momentos de mayor o menor complejidad. Las cosas difíciles siempre eran más fáciles, estando a su lado. Hemos compartido muchas horas de formación pero también momentos de ocio y diversión, en los que nos ha hecho sentir como miembros de su propia familia. Quizás alguien pueda pensar que era una persona de pocas palabras, mas bien introvertida, y puede que así fuera, pero el recuerdo que a mí me queda es el de una persona que me lo dio todo en un momento vital de mi formación académica y personal. Te estaré siempre agradecida y mi familia y yo te llevaremos siempre en nuestro corazón. Gracias Pedro.

Dra Mª Alba Bosch Llobet. Jefe del Servicio de Transfusión BST-Hospital de Sant Pau. Barcelona.
Tuve la suerte de aprender la medicina transfusional de la mano del Dr Pedro Madoz, en el hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. Ha llovido mucho desde entonces. Profesional de referencia donde los haya, era una persona discreta y con cierta timidez, pero impresionantemente sólido y coherente. Ha dejado tras de sí una escuela de medicina transfusional e inmunohematología, el hábito de trabajar bien, de forma efectiva y segura, buscando el porqué de las cosas y garantizando que pacientes y donantes tuviesen la mejor asistencia posible.
Si nos oyese ahora, Pedro se encogería de hombros y entornaría ligeramente los ojos, pestañeando varias veces, con aquel gesto tan suyo, para acabar esbozando una sonrisa, huyendo, como tantas veces, de cualquier acto que le supusiese ser el centro de atención.
Profesionalidad, rigor científico y fiabilidad, profundo conocimiento de la Inmunohematología y de la medicina transfusional, junto con un alto sentido del deber y de la responsabilidad, le convirtieron desde muy joven en referente en Hemoterapia tanto en el hospital de Sant Pau como a nivel nacional. Seriedad, constancia y eficacia tuvieron sus frutos también en la labor docente, ya que se erigió, sin proponérselo, en maestro de todos los residentes que pasábamos por el banco de sangre, ejerciendo no solo de líder científico sino de mentor de todos aquellos que mostrábamos interés por el banco de sangre. Mérito suyo es que muchos de los residentes que elegimos Hematología atraídos por la clínica, acabamos dedicándonos profesionalmente a la Hemoterapia, después de ver como se trabajaba “de verdad” en un banco de sangre: calidad analítica, trazabilidad, y resolución efectiva de los casos transfusionales complejos.
Durante aquellos años no sólo consolidamos nuestros conocimientos en Hemoterapia, sino que a la vez forjamos sólidos lazos de amistad que han perdurado hasta hoy, y donde Pedro era uno más de nosotros.
Siempre tenía un momento para atender la llamada, la consulta o la visita que cualquiera de nosotros, sus ex-residentes, le hacíamos para plantearle nuestras dudas ante cualquier caso complejo que se nos presentaba en nuestro quehacer diario ejerciendo como adjuntos y después como jefes de diferentes servicios de Hematología y Hemoterapia.
Pienso en él y pienso en su calidad humana, en su preocupación por los demás, por las pequeñas cosas del día a día, de la familia, de los amigos, en su interés por los reencuentros con los ex compañeros, por las charlas, y por los paseos por Barcelona, sin olvidar el amor por su esposa, hijos y nietas… Descanse en paz.

Mercè López Soques. Jefe del Servicio de Hemoterapia del Hospital del Mar. Barcelona.
“Nunca una persona tan parca en palabras enseñó tanto a tanta gente”, así se expresó el hijo del Dr Pedro Madoz en la ceremonia de su funeral, haciéndose eco de un comentario que había sido coincidente entre los muchos asistentes al funeral que habíamos explicado a la familia que Pedro había sido nuestro maestro.
Me gustaría explicar cómo se producía esta magia, la de enseñar sin largas explicaciones, que en el fondo es la forma en que aprenden los niños, imitando a los padres. Querría compartir unos breves recuerdos de los tiempos del MIR, probablemente comunes a muchos de nosotros hematólogos: nos presentábamos en un hospital nuevo y después de un R-1, cuando ya habíamos trabajado un año en Urgencias y en otros servicios médicos, y ya habíamos visto lo que es el caos hospitalario, llegábamos al banco de sangre. Yo quedé impresionada y, desde el primer minuto de estar allí, supe que aquel era el lugar donde quería estar, y en ese momento llegó la vocación, al ver el orden que se desplegó ante mi vista. Apareció un Dr. Pedro Madoz que lo estudiaba todo en inglés cuando no teníamos Internet, que lo preparaba todo para que no hubiera imprevistos, y que sabía de antemano lo que hay que tener para cuando llegue el paciente difícil o imposible de transfundir.
Pedro Madoz no era el jefe que te cogía de la mano y te explicaba todo. Al contrario, a mí me enseñó una mesa y era allí donde me iba trayendo la bibliografía necesaria: “Lee esto”, me decía. Naturalmente, también recibíamos formación teórica y práctica de la mano de las insuperables enfermeras del servicio que él había adiestrado. Al poco tiempo, esta manera de trabajar que incluía sobre todo el saber y conocer de primera mano, la teoría, nos fue llenando de nuestro propio criterio y supe que me podía valer por mí misma. Creo que el Dr. Pedro Madoz nos regalaba las alas, me las regaló cuando tuve la oportunidad de conocerlo y tratarlo a los 27 años, y creo que me han durado hasta ahora.

Conxita Pastoret Pascal. Enfermera. Jefa de área de las unidades móviles. Banc de Sang i Teixits. Barcelona

El Dr. Pedro Madoz , además de ser el jefe del Servicio de Hemoterapia del hospital de Sant Pau de Barcelona, también fue maestro y formador de muchas de las enfermeras y técnicos que hoy en día nos dedicamos a la Hemoterapia en diferentes centros de donación y transfusión. Con mucha paciencia y tenacidad nos formó en el saber, en la disciplina y en la ética, y nos enseñó los valores de la donación, así como las técnicas de inmunohematología y de transfusión.

A menudo era muy exigente con las personas que trabajábamos con él, pero sobre todo lo era con él mismo para conseguir el máximo nivel de calidad en todas y cada una de las técnicas y procesos que realizábamos.
Consiguió formarnos con un alto nivel en unos campos poco conocidos por la enfermería de los años 70 y 80. Y esto solo fue posible por sus amplios conocimientos y enorme profesionalidad.
Fue para todos nosotros un gran maestro, y también un amigo a lo largo de tantos años en los que compartimos el trabajo cotidiano.
En nombre de todos los que fuimos sus discípulos, y en el mío propio, queremos agradecerle todos los conocimientos y los valores que nos enseñó y nos trasmitió con su ejemplo.